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Fraude alimentario: ¿lo sabemos todo?

17/7/2018

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La Real Academia Española de la lengua define el fraude como la "acción contraria a la verdad y a la rectitud que perjudica a la persona contra quien se comete".

Tirando de esta definición y a "nivel usuario", podríamos definir el fraude alimentario como la introducción en el mercado de un producto alimenticio que no es de la naturaleza o de la calidad descrita y que supone un engaño para el consumidor.

En los últimas semanas o meses los casos de productos cárnicos en mal estado que habían sido puestos de nuevo en el mercado después de manipular sus etiquetados, así como el descubrimiento de carne congelada caducada que iba a ser distribuida en comedores sociales y restauración colectiva, han levantado muchas alarmas.

El periódico El País dedicaba un artículo a estos casos que llevaba por titular: "El fraude de los jamones caducados: congelar y falsear etiquetas para vender carne pasada", y a raíz de esto se desataban los comentarios en tweets, entre ellos uno en el que se exigía rigurosidad, para continuar manifestando categóricamente que "Congelar NO ES FRAUDE. Carne putrefacta y falsificación de etiquetas, sí lo es"

Visto esto, ¿sabemos diferenciar exactamente lo que es fraude de lo que no lo es? Pues parece que no todo el mundo lo tiene claro.
Fraude alimentario

Aunque algunos hablan de fraude intencionado y fraude no intencionado, nosotros nos sentimos más próximos al criterio de la Global Food Safety Initiative (GFSI) y la FDA, según el cual el fraude alimentario siempre sería intencionado por definición, por tener una finalidad lucrativa. 
Fraude alimentario es el engaño con finalidad económica en relación a los alimentos o sus ingredientes y que puede o no afectar a la salud del consumidor.
Nota: Se incluiría también en el concepto, el engaño provocado en piensos y sus ingredientes.
Dejaríamos así al margen del término, casos en los que en engaño se produce de manera no deliberada por malas prácticas de manipulación o elaboración.

Podemos decir, por tanto, que el rasgo básico del fraude alimentario es la intencionalidad o finalidad de obtener una ganancia económica y englobaría actuaciones como:
​
  • La sustitución, adición o alteración intencional de alimentos o sus ingredientes.
  • La alteración o falsificación de envases, sellos o precintos.
  • Las declaraciones falsas o engañosas hechas sobre el producto, incluyendo las contenidas en su etiquetado.

Clasificación del fraude alimentario 

En función de las consecuencias sanitarias que puedan derivarse, el fraude alimentario se clasifica en:

  • NOCIVO para la salud
  • NO NOCIVO para la salud
​Uno de los incidentes de fraude alimentario nocivo para la salud de los consumidores que mayor impacto tuvo a nivel internacional, fue la crisis de la melamina, en la que la leche en polvo fue adulterada provocando hospitalizaciones infantiles e incluso muertes.

A nivel nacional, no podemos olvidar el devastador caso del aceite de colza que marcó un antes y un después en la salud pública en España.


Afortunadamente la mayoría de los casos de fraude no implican riesgo para el consumidor. Pero todos conocemos casos que sin ser nocivos para la salud han inundado los medios de comunicación, como por ejemplo, la comercialización de carne de caballo como carne de vacuno, el fraude en el aceite de oliva que se vende como virgen extra siendo de categoría inferior, el azafrán iraní etiquetado como español, el panga que se hace pasar por merluza en los menús, ​etc., etc.

En definitiva, seguro que todos nosotros en alguna ocasión nos hemos preguntado si nos encontrábamos ante un caso de fraude: ¿el pescado que nos venden es fresco o ha sido descongelado?, ¿será cierto el origen de ese vino que tiene un precio tan barato?, ¿son de verdad camperos los huevos que se venden como tal?...

Diferencias entre fraude alimentario y otros conceptos

A pesar de que, como hemos visto, existen fraudes alimentarios que pueden poner en riesgo o afectar la salud del consumidor, hay una diferencia clara entre la esfera del fraude alimentario y la esfera de la seguridad alimentaria, y es que los problemas de seguridad alimentaria que no derivan de un acto de fraude, no son de carácter intencionado.

Por supuesto, el fraude alimentario queda bien lejos de los defectos de calidad alimentaria que tampoco responden a una intencionalidad.

Pero también podemos encontrarnos con otro tipo de situaciones, que han dado lugar a lo que se conoce como FOOD DEFENSE, en las que la motivación de una manipulación o alteración en los alimentos no es el beneficio económico, sino hacer daño a la marca, la empresa o los consumidores. Es el caso de adulteraciones intencionadas como las provocadas por empleados descontentos con una empresa, actos criminales o de terrorismo, que también debemos diferenciar del fraude alimentario.
A pesar de que no existe una intención de dañar, cuando en el fraude alimentario se produce un daño a la salud, a menudo suele ser más peligroso que los problemas tradicionales de seguridad alimentaria porque los contaminantes no son convencionales.

¿Se puede prevenir el fraude alimentario?

Llegados a este punto y a la vista del boom que parece estar experimentado en los últimos tiempos, seguro que nos hemos preguntado si se puede hacer algo para prevenir el fraude alimentario.

Obviamente, en el origen del fraude alimentario se encuentra la falta de ética de los negocios, por lo que las actividades de inspección y control oficial por parte de las autoridades, juegan un papel decisivo para frenarlo.

Pero, ¿y las empresas? ¿cómo pueden participar en la prevención del fraude alimentario?
Si presuponemos que las empresas productoras se comportan de una manera ética, el fraude alimentario, tal como lo hemos definido, sólo puede aparecer a través de sus proveedores de materias primas.
​Actualmente el entramado de relaciones comerciales y la cadena de suministro se han vuelto tan complejos que  se hace extremadamente difícil para los productores alimentarios garantizar el cumplimiento de las especificaciones, la autenticidad y la procedencia de sus materias primas.

Por eso, para facilitar la prevención del fraude en la industria alimentaria, se aconsejan dos pasos fundamentales:

  • La EVALUACIÓN de la vulnerabilidad al fraude
  • La implementación de MEDIDAS DE CONTROL
Un primer paso para evaluar la vulnerabilidad al fraude sería comprobar si existen incidentes o alertas previas efectuando una revisión sistemática del historial de fraudes de cada materia prima. Para ello utilizaremos fuentes de información como el RASFF (Sistema de Alerta Rápido europeo), el SCIRI (Sistema Coordinado de Intercambio Rápido de Información, a nivel nacional) o  la web www.foodfraud.org 

Otro factor importante, que puede hacernos más o menos vulnerables al fraude es el origen de nuestra materia prima, ya que, como cabe esperar, las posibilidades de fraude aumentan en países con regulaciones laxas, con inestabilidad política, con fuerte nivel de corrupción, etc. 

Tampoco podemos perder de vista que, a medida que la cadena de suministro crece y se pasa por más intermediarios, el riesgo de fraude alimentario también se incrementa.


Y finalmente, el factor que más directamente incide en nuestra vulnerabilidad, es el grado de confianza de nuestros proveedores directos, el cual puede ser evaluado a partir de las certificaciones obtenidas por la empresa o sus productos, el plan de análisis y resultados de los boletines analíticos aportados, el resultado de las inspecciones o auditorías oficiales a las que se ha sometido, etc.
En conclusión, sólo una vez que conozcamos nuestras vulnerabilidades al fraude, estaremos en disposición de aplicar las medidas capaces de paliarlas.

​Algunos ejemplos de medidas de control que podemos efectuar sobre nuestros proveedores para reducir el riesgo, son:
​​​
  1. La solicitud directa de información puntual que se considere importante.
  2. Las auditorías documentales.
  3. Las auditorías en las propias instalaciones de nuestro proveedor (concertadas o por sorpresa).
  4. La exigencia de determinadas certificaciones.
  5. La exigencia de que lleven a cabo auditorias a sus proveedores.
  6. La exigencia de implementación de un plan de muestreo y análisis determinado.

Conclusión

El fraude alimentario, cada día más, está en el punto de mira del consumidor.

Dado que los peligros del fraude alimentario pueden acabar afectando a la salud de los consumidores, incluso de una manera menos previsible que los peligros "clásicos", parece racional abogar por que la prevención del fraude alimentario se integre como parte del sistema de seguridad alimentaria de toda industria alimentaria.

La dificultad surge cuando intentamos hacer evaluaciones de vulnerabilidad completamente detalladas, ya que incluso para una empresa pequeña, esto podría involucrar decenas de proveedores y cada proveedor, a su vez, suministraría varios productos, cada uno de los cuales requiere su propia evaluación. 
​
Sin embargo, a pesar de las dificultades, es la confianza del consumidor en la industria alimentaria y en nuestra empresa lo está en juego, por lo que nunca debemos escatimar esfuerzos en la prevención del fraude alimentario.
​
​
¿Está su empresa preparada para afrontar los riesgos del fraude alimentario? Si necesita ayuda profesional para el desarrollo de una efectiva estrategia de prevención del fraude alimentario, con una completa y correcta evaluación de proveedores, no dude en consultarnos pinchando aquí.


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